Putre




Ubicado en los faldeos de la Cordillera Occidental, es decir, al este de la Sierra de Huaylillas, Putre (de ”phuxtiri” = el sonido del agua) es la Capital de la Provincia de Parinacota (de “parina” = flamenco y “quta” = lago) y el principal poblado del interior ariqueño (foto). El valle está parcialmente ocupado por avalanchas de material incandescente de los Taapaca (domos volcánicos de 1 millón de años de antiguedad, inactivos desde hace 20-27.000 años) (foto) y lleva sus aguas a la quebrada de Ancolacaya, por la cual fluye el río Lluta, proveniente del norte. Si bien el lugar estaba poblado antes de que los españoles planificaran el pueblo actual en 1580 (más o menos), su ubicación geológica lo privó del patrón socioeconómico multiétnico descrito para la Sierra de Huaylillas: no hay pukaras ni restos de asentamientos de importancia, aunque parece que al norte del pueblo hubo antes un tambo inca. Como veremos, su principal riqueza arqueológica reside en las pinturas rupestres, de data relativamente reciente (posterior al Tiwanaku).

En contraste con el modesto rol que parece haber jugado en épocas preincaicas, Putre fue un lugar de descanso y reabastecimiento de primer orden para el tráfico de plata desde y hacia Potosí durante el auge de las minas de plata iniciado a mediados del siglo XVI y luego del oro de Choquelimpie un siglo después. Circa 1600 se construyó una primera capilla, que fue destruida por un terremoto en 1665. En 1670 se construyó otra capilla en el lugar de la actual iglesia, con ricos adornos murales de oro y plata según los cronistas de la época. Durante el siglo XIX Putre entra en decadencia debido a la merma de la actividad minera y los daños del terremoto de 1868. La capilla se restaura en 1871 y adquiere categoría de iglesia, dedicada a San Ildefonso. De esa época es la actual fachada de piedra y el coro; la torre campanario parece ser más antigua (foto).

Otras reliquias coloniales de Putre son los portales de piedra labrada, pilares de esquina y antepechos de ventanas que aparecen poco antes o después del inicio del siglo XVIII, durante la época de oro de Putre, los cuales eran seguramente parte de construcciones de mucha mayor envergadura que las deterioradas viviendas de barro que hoy adornan. De los más de 20 que conocí en la década de 1970, sólo quedan unos 13 portales del siglo XIX, uno de ellos con un escudo del Perú de entonces, que se dice que corrió serios peligros durante el gobierno militar.

Su estatus e historia como Capital de una Provincia chilena no me interesan, pues esta publicación pretende rescatar a la Arica genuina, antes de que Chile la relegara a la triste condición actual. De lo prehispánico, decíamos, sólo son rescatables sus pinturas rupestres.

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