Miguel Arteche Salinas (1) nace en Nueva Imperial (Cautín) el 4 de junio de 1926,
hijo de Luis Osvaldo Salinas Adrián e Isabel Arteche Bahillo. Realiza sus estudios
secundarios en el Liceo de Los Ángeles y en Instituto Nacional de Santiago. Cursa derecho en la Universidad de Chile (1945-1946), carrera que no finaliza, y literatura española en la Universidad de Madrid desde 1951 hasta 1953. Contrae matrimonio en la capital española en 1953 con Ximena Garcés con quien tiene siete hijos: Juan Miguel, Andrea, Rafael, Cristóbal, Isabel, Amparo e Ignacio.
Su infancia está marcada por la prematura muerte de su padre y la impronta
imborrable de su tío sacerdote don Gonzalo Arteche Bahillo, quien posee una
importante biblioteca donde el joven Arteche inicia sus primeras lecturas poéticas, claramente influenciado por la literatura española de los Siglos de Oro y, más tarde, por la poesía del grupo poético del 27. Es justamente bajo el influjo de una de las voces principales de esta generación, Luis Cernuda, en las vacaciones de 1943 en Quintero, cuando el poeta iniciará su andadura poética (2).
Su vida y su labor literaria pueden ser catalogadas como muy intensas: veintitrés
libros de poesía, cuatro novelas, dos libros de cuentos, una gran cantidad de
ensayos (3), antologías (4), traducciones, viajes, premios, cargos académicos y
diplomáticos, etc. Igualmente, es indispensable señalar también que debe
considerársele como un generoso formador de las nuevas promociones literarias
chilenas (5).
En 1947, Miguel Arteche publica su primer volumen de poemas, La invitación al
olvido (6), texto que debe situarse como uno de los más hermosos primeros libros de la poesía chilena. Marcadamente "cernudiano" –como el mismo autor lo ha reconocido- se trata de un poemario donde el sur de Chile, sus árboles, su paisaje, sus vientos, tienen un indiscutible protagonismo, pero, por sobre todas las cosas (y tal como lo señala el prologuista del libro, Eduardo Carranza) donde se alza la voz y la presencia de un poeta indispensable en la rica tradición de este género en el Chile del siglo veinte.
Desde la aparición de su primer libro, el poeta no cejará en la búsqueda de su
estilo y en el constante oficio poético: año tras año irá publicando distintos libros
de poemas que lo consolidarán como una de las voces más destacadas de la
generación del 50 (7). Oda fúnebre (1948) (8), Una nube (1949) (9), El sur dormido (1950) (10)y Cantata del desterrado (1951) (11) serán los volúmenes que antecedan su partida hacia Europa (12).
Su estancia en España será, sin duda, fundamental. Su contacto con las raíces de
sus padres y con el mundo intelectual de la época lo estimularán a profundizar sus búsquedas escriturales. Estudios de Literatura en la Universidad de Madrid,
asistencia a congresos poéticos (I y II congresos internacionales de poesía de
Segovia, en 1952 y Salamanca, en 1953), viajes por España, Francia, Bélgica, Italia y el norte de África, la edición de su libro Solitario mira hacia la ausencia (13) en Madrid, a la par de su matrimonio con Ximena Garcés, harán de esta experiencia en el viejo mundo algo que el poeta fraguará intensamente en su notable y extenso poema Otro continente (14).
Su regreso a Chile está marcado por una incansable labor literaria. Su obra ya es
reconocida ampliamente por la crítica y es incluido en diversas antologías poéticas chilenas y extranjeras (15). Desde 1951 ha sido un asiduo colaborador del diario "El Mercurio" y a su vuelta, publicará una gran cantidad de artículos, notas y críticas en ese mismo periódico y en otros como "Las Últimas Noticias" y "El Diario Ilustrado" o en revistas como "Finis Terrae", "Atenea" y "Ercilla". Por esos años es también cuando se desempeña como secretario del rector de la Universidad de Chile don Juan Gómez Millas (1954) y como jefe de la biblioteca y archivo del diario "El Mercurio" (desde 1954 hasta 1964). Al igual que en España, Arteche asiste a importantes eventos literarios como los ya históricos Primer Encuentro de Escritores Chilenos de 1959 y Primer Encuentro de Escritores Americanos de 1960, organizados en Concepción, Chile. Su producción poética no merma en absoluto: a Otro continente (1957) le seguirán Quince poemas (1961) (16), el extraordinario Destierros y tinieblas (17) (1963) y el volumen antológico (que reúne las tres obras anteriores) De la ausencia a la noche (18) (1965). En 1963, junto al recordado profesor y filósofo, Luis Oyarzún, es llamado, como miembro de número, a la Academia Chilena de la Lengua (19), correspondiente de la Real Academia Española. Su discurso incluye un homenaje a Eduardo Barrios (a quien sucede luego de su fallecimiento), y versa sobre el arte y el oficio poéticos ejemplificados en algunos poetas muy queridos para Arteche: Federico García Lorca, Dylan Thomas, Jacques Prévert y Saint-John Perse, entre otros.
1964 será el año que marque su comienzo en la publicación de obras como
narrador (un aspecto poco explorado por los exégetas artecheanos y que merece
una revisión acabada). La otra orilla (20) será una novela que también recibirá una
calurosa acogida por la crítica y a la que sucederán otras igual de importantes en la producción de Miguel Arteche (El Cristo hueco (21) de 1969, La disparatada vida de Félix Palissa (22) de 1971, finalista en el "Premio Biblioteca Breve" de la
prestigiosa editorial española Seix Barral y El alfil negro (23) de 1992), como
también diversos volúmenes de cuentos (24).
Paralelamente a su escritura poética y de ficción narrativa, Arteche reflexiona
permanentemente sobre la poesía, el oficio de escribir, sus extraordinarias
concomitancias y hasta sobre la condición y el destino del Nuevo Continente.
Ensayos como Notas para la vieja y la nueva poesía chilena (25) o La extrañeza de ser Americano (26) fundarán en su obra una corriente constante de diversas
indagaciones sobre temas literarios, culturales y hasta sociales que ha continuado
hasta el día de hoy (27).
En 1965, bajo el gobierno del Presidente Eduardo Frei Montalva, el poeta es
nombrado Agregado Cultural en la Embajada de Chile en Madrid. El regreso a
España intensificará sus lazos con la mejor poesía peninsular y con los complejos
problemas que, bajo el régimen dictatorial de Francisco Franco, aquejaban a
España. Su residencia en Madrid se prolongará hasta el año 1970 siendo
incrementadas notablemente sus actividades literarias y culturales con
innumerables conferencias y lecturas en distintas ciudades españolas, como
también con la publicación de dos importantes volúmenes de poesía: la antología
Resta poética (28) (1966) y la colección de poemas religiosos Para un tiempo breve (29) (1970). Finalizada su misión en España, Arteche es nombrado agregado cultural en Honduras donde permanece hasta 1971, complementando su actividad diplomática con la académica como profesor visitante de la Universidad de Honduras.
Otra vez en Chile, sus actividades se vuelcan hacia los medios de comunicación
escritos, ejerciendo diversos cargos en importantes revistas nacionales como
"Ercilla", "Qué Pasa", "Mampato", "Hoy" y otras. Su regreso al país es celebrado por Editorial Universitaria que publica (con prólogo y selección de Hugo Montes) su Antología de veinte años (1972), (30) interesante recopilación que reúne lo mejor de su producción poética editada más un número considerable de poemas inéditos.
Los acontecimientos históricos de Chile no serán ajenos al poeta, quien desde
diversas tribunas se alzará como una notable voz disidente al régimen de Pinochet. Tal vez debido a esto, sus libros dejarán de editarse con la frecuencia
acostumbrada y su obra será marginada de cualquier mención oficial. Arteche
ejercerá una irónica crítica a los problemas de la sociedad chilena e integrará toda
clase de proyectos y agrupaciones que posibilitarán el regreso de la democracia al país. Es también en estos años cuando funda diversos talleres de poesía que
consiguen forjar un segmento de libertad para el intercambio y difusión de obras
literarias y de ideas (Taller "Altazor" de la Biblioteca Nacional y "Taller Nueve de
Poesía", tal vez los primeros espacios de libre circulación en el Chile de esa
época).
En lo que respecta a su creación poética, narrativa y ensayística, Arteche continúa su trabajo incansablemente, sólo que casi en una suerte de ostracismo (voluntario e involuntario). Aún así, aparecerán algunos volúmenes de prosa y verso, entre ellos, el libro de poemas Noches (31), la ya mencionada novela La disparatada vida de Félix Palissa (1975) y el conjunto de cuentos Mapas del otro mundo (1977).
El 5 de diciembre de 1980, en el Teatro de la Universidad Católica de Chile, en
Santiago, se estrena, con música del compositor Wilfried Junge (y en el marco del "XI Congreso Eucarístico, Chile 80") la Cantata del Pan y la Sangre (32), texto estremecedor que representa un momento importante de la poesía religiosa
artecheana.
En 1986, el bellísimo libro Llaves para la poesía (33) (texto elaborado para los niños como una forma de aproximación al género lírico a través de las obras de Gabriela Mistral y Pablo Neruda), recibe un importante reconocimiento del IBBY
(International Board on Books for Young People), al incluirlo en su lista de honor
entre 35 libros seleccionados de todo el mundo.
Con el regreso al país de la democracia, Miguel Arteche puede reeditar sus libros
ya agotados y, lentamente, empieza a publicar sus más recientes obras. De tal
forma, en 1994 aparece un nuevo libro de poemas, Fénix de madrugada (34) y, en 1995 y 1996, respectivamente, se presentan otras ediciones de sus poemarios
Destierros y tinieblas (35) y Noches (36). En Buenos Aires es editada su Tercera
Antología (37) (selección de su obra poética) y en 1992 es becado por la Fundación Andes en su Programa de Becas para Escritores.
Entre 1990 y 1991, Miguel Arteche se desempeña como subdirector de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, actividad que complementa con su trabajo académico como profesor de redacción de la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica de Chile (1983-1993). En 1995, recibe uno de los mayores galardones para aquellos autores que hayan publicado un libro en el año anterior: el Premio de poesía del Consejo Nacional del Libro y la Lectura por el volumen Fénix de madrugada.
1996 será el año en que el poeta reciba el Premio Nacional de Literatura, distinciónque, según la mayoría de la comunidad intelectual, merece ya desde hace años.Un día antes de la importante noticia, Arteche ha presentado su más recientepoemario, Poemas para nietos (38) y también ha recogido en una nueva selecciónde poemas su Antología cuarta (39). Entre las diversas razones argumentadas porel jurado para premiar al poeta, se señala: "(...) la continuidad y el rigor estético yético con que se ha dedicado a la elaboración de su obra y a la formación de nuevos autores (...)" (40). Un galardón que parecía ser esquivo a Arteche, pero que finalmente vino con justicia a premiar una de las obras más profundas de la mejor parte de la poesía chilena escrita en el siglo veinte.
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